Algo sobre mi Autobiografía

Haciéndome Docente


Las prácticas, el espacio más esperado por mí en el profesorado, llegaron en este 2012. Ambas resultaron muy amenas. Los grupos con los que me ha tocado realizarlas me permitieron aprender muchas cosas que yo desconocía. Sobre todo acerca de la planificación, porque allí se mezclan muchas cuestiones. Me pareció muy interesante el hecho de hacer observaciones previas sobre el grupo, para atender a las particularidades que cada uno tenía. Atendiendo a sus características pude plantear las actividades, pensar desde qué lugar abordar los contenidos y cómo armar la dinámica de la clase. Uno de los aspectos que más disfruté es el vínculo que uno crea con los alumnos cuando se para “en el frente”. En realidad, nada de esto ocurrió, dado que en mis clases la mayoría de las veces mi lugar era “paseando” por el aula tratando de estar cerca de todos los alumnos. Creo que en el fondo me funcionaba como una forma de desmitificar el lugar de oráculo del docente. Ambas prácticas, tanto en nivel superior como medio; me hicieron pensar mucho sobre la función de la escuela y el rol del docente, y en ambas me di cuenta que las opiniones que formamos los docentes sobre los alumnos son muy determinantes cuando medimos el rendimiento del grupo. Por suerte, estas prácticas reforzaron mis ganas de estar al frente de una clase y poder desde mi humilde lugar contribuir a la formación de las personas.

Mi primera experiencia en una escuela desde el “otro lado”

Trabajé como maestra integradora en una escuela primaria del barrio de Barracas, en un 2do grado de Varones. La particularidad de dicha institución, es que se trata de una escuela Judía Ortodoxa, con todas las cuestiones que eso conlleva. Creo que fue el lugar donde debí poner más empeño para lograr adaptarme a ella. Cuando ingresé allí, conocía pocas cosas referidas a la comunidad judía. Había cosas que me resultaban insólitas como por ejemplo: una escuela dividida en dos sectores: niños y niñas, que no se cruzaban más que en actos escolares y con pasillos de por medio que delimitaban bien el espacio de cada uno (no pudiendo mezclarse). Otra escena por ejemplo, en la que ingresando al sector de las niñas de la escuela haya en una pared un cartel en el que había el dibujo de una niña con una pollera y rezara algo así como: “Cuantos más centímetros tiene tu pollera más cerca estás de Dios”. O bien el ingresar al salón de clases y que los chicos preguntaran con mucha curiosidad: ¿Vos comés jamón? Así como también, recibir comentarios por parte de los niños del tipo: “tenés que convertirte, porque el día que venga el mesías todos los que no son judíos van a arder en el infierno. En tu caso, como sos buena, tal vez podés ser nuestra esclava”. Frente a este tipo de apreciaciones, debía callar. A pesar de ello, sentía muchas ganas de responder algo. Mi sensación en ese momento fue el pensar por qué criarlo con tanta intolerancia frente a las personas que pensamos o vivimos diferentes. Pero finalmente, creo que no se puede crear religiones sin esperar que la gente se someta al dogma, restringiendo las libertades de cada individuo. Otra cuestión muy interesante fue saber que las maestras antes de comenzar las clases deben tomar todos los libros de texto que utilizarán los niños para pintarle pollera y mangas largas a todas las mujeres y niñas que haya en él, así como también pintar una quipa a los hombres que se hallen en ellos. Cuando pregunté el motivo por el cual debían realizar estas acciones, la contestación cargada con un alto monto de resignación fue: “Acá es así. Así es más que nada en este colegio, porque son ortodoxos. Yo ya estoy acomstumbrada y no me sorprende nada porque hace 20 años que trabajo en la escuela”. También debo cuidarme al escribir en el pizarrón, si hago una letra T intentar que no se pase la línea y parezca una cruz, enseguida los niños se enaltecen cuando esto sucede. Asimismo, tampoco los chicos tienen acceso a internet o televisión, dado que en la mayoría de las casas esto no está permitido. Estas cuestiones son las que me permiten pensar que deben restringirse libertades, sólo bajo un régimen tan represivo se puede sostener esta forma de vida. Sentí que con esta experiencia pude crecer como profesional porque me ayudó a aprender a tolerar cosas que no comparto, con las que nunca estaría de acuerdo, o que nunca las haría de la manera en que se hacen allí. A pesar de ello, pude conectarme con otra forma de ver la vida y conocer una cultura completamente diferente. A pensar que a veces uno cree que para conocer otras culturas tan alejadas de las nuestras debemos viajar miles de kilómetros, yo sólo debo viajar 4 ponerme una pollera por debajo de las rodillas y una remera manga larga (así haga 40 grados) para zambullirme en un mundo muy alejado al mío.

Apropiándome de un nuevo mundo

La UBA es mi casa de estudios desde hace 8 años, allí hice el CBC, la Carrera de Psicología de la cual egresé con mi título de Licenciada en Psicología y en la cual hago actualmente el Profesorado de Psicología. A veces pienso, que lejos quedó la Agostina que ingresó en 2004 y por momentos la encuentro muy cercana y me parece que fue ayer, la fiesta de egresados, el viaje a Bariloche, los actos escolares, etc. Recuerdo en la facultad haber cursado un materia del Ciclo de Formación Profesional en la que durante las clases se cronicaba sobre lo que allí pasaba, la clase siguiente se hablaba de lo cronicado en lo anterior. Nos obligaban a pasar en computadora las crónicas que efectuábamos. Me costaba mucho mantener mi motivación en las clases. Iba a desgano, sentía que las clases no me servían para nada, que eran 3 hs de ir a perder tiempo. Nunca se explicaron conceptos teóricos de los textos. Eso se mantuvo hasta una clase antes del parcial, en la que se trató de dar en 3 hs, algo que no se había realizado durante todo el cuatrimestre. En la materia, había una sola evaluación escrita individual, luego se realizaba un trabajo en grupo. Cuando recibí mi parcial, el cuadro de situación fue el siguiente: Docente: La verdad muy bueno el parcial. Cuando veo mi nota era un 6. Alumna: ¿A vos te parece que un 6 es un muy buen parcial? Porque a mí no” Docente: Si porque yo no pongo más de 8 en los exámenes, así que es como si te hubieras sacado un 8- en su rostro se vía una sonrisa gozadora. Alumna: Bueno pero vos estás evaluando en una facultad donde las notas son del 1 al 10 ¿Quién va a explicar que en realidad la nota que vos me pones es un 8? Docente: Bueno esa es la forma de evaluación en esta materia, en otras tendrán otra forma. No hubo más respuesta de mi parte. En esta situación recuerdo la gran impotencia que sentía al ver mi parcial, y el lugar del poder desde el que se paraba la docente. Me costó mucho después de eso sostener la cursada, ya no solo no estaba motivada, tampoco tenía ganas de ir. Asimismo, también recuerdo una materia que me costaba mucho entender la lógica de los parciales y a pesar de haber estudiado mucho me saqué un 3. La docente se sentó conmigo a explicarme punto por punto porque había puesto esa nota. En el segundo parcial, me fue muy bien al igual que en el recuperatorio y final. Es decir, que en ciertas situaciones uno pesar de que el resultado no fue el que uno esperaba, depende también de la devolución que haga el docente, entendiendo que la devolución al alumno es también una situación más de aprendizaje. Hablando de evaluaciones, la materia en la que mayor sorpresa me llevé a la hora de evaluar fue en Teoría y Técnica de Grupos. Al momento de realizar el parcial, nos dieron 5 minutos para que podamos socializar con los compañeros acerca del parcial. Esto a su vez estaba en consonancia con lo que se realizaba en las clases, siempre se realizaban actividades al inicio de las clases dinámicas grupales que además de descontracturar nos ayudaban a conocernos como grupo y a generar un buen vínculo entre nosotros. Luego se realizaban trabajos en clase en forma grupal, debates, etc. Por eso es que en la facultad, las materias en las que más disfrutaba de la cursada eran aquellas en las que se promovía el debate y nos permitía anudar los conceptos teóricos con cuestiones de la práctica. Además de aquellas que pedían trabajos en grupo. Tuve la suerte de poder transitar la mayoría de las materias con amigas que realizábamos en grupo todos los trabajos, lo cual nos ayudaba a disfrutar mucho más de la tarea, porque además de la facultad y la carrera compartíamos otros intereses. Comidas, salidas y contarnos nuestras cosas. Esto a su vez se plasmaba en nuestros trabajos, ya que teníamos una dinámica de grupo que nos permitía trabajar de un determinado modo, conocernos en cuanto a las opiniones o formas de ver las cosas, y a poder enriquecer los debates y que no haya alguien que impusiera sus ideas o alguien que hiciera todo el trabajo, mientras los demás se quedaban en su casa y recibían el trabajo hecho. Recuerdo que justamente en la materia Psicología educacional, ingreso al salón de clases y sorpresivamente me reúno con un compañero mío del secundario con el que nos llevábamos muy bien. Si bien sabía que él estaba cursando la carrera, siempre lo hacíamos en horarios diferentes por cuestiones laborales. En ese cuatrimestre casualmente, cursábamos juntos. Recuerdo que siempre exponíamos y recordábamos situaciones que habíamos vivido en la escuela y eso hacía que disfrutara aún más las clases. También ponía de manifiesto cuánto nos había cambiado la vida desde aquellas épocas y cómo habíamos ido formando nuestra personalidad a lo largo de los años. También recuerdo que al momento de ingresar a la facultad, no sabía cómo debía hacer para anotarme en las materias, cómo era esto de inscribirme por internet, cómo sabía en qué materia inscribirme primero. Para resolverlo, recuerdo que fuimos con una amiga que empezábamos juntas la carrera a la casa de un vecino que nos mostró la página de la facultad, cómo era el plan de estudios y cómo hacer para ingresar al sistema académico con nuestra clave e inscribirnos. Luego de mucho tiempo, me enteré que la facultad daba unas charlas de orientación al ingresante. Pero considero que en este sentido, la institución podría haber mencionado al momento de presentar la documentación que esto era posible para que a uno le fuera más sencillo el ingreso y el habituarse a esta nueva institución. En mis comienzos como estudiante universitaria, cuando ingresé al CBC (lo hacía en la sede Montes de Oca), recuerdo haber vuelto a mi casa llorando, porque sentía tan diferente esa institución de lo que era mi colegio. Se trataba de una libertad de acción que ya suponía soledad. Uno podía entrar a la clase, irse cuando quería, nadie te registraba. Luego de un tiempo, empecé a acostumbrarme a esa libertad y a tratar de hacerme un lugar ahí dentro. Descubrí que no era tan así, uno podía hacer amigos, reunirse con gente de diferentes edades, cosa que en el colegio al que asistía no era muy común, ya que a lo sumo tenía un compañero que tenía 1 o 2 años más. Otra cuestión que me parece muy importante destacar, es la gran diferencia que existía entre mi colegio y la universidad en cuanto a la política. Al momento de ingresar en la universidad me invadían los carteles de diferentes partidos políticos, y los chicos parecían estar muy informados de diferentes cosas. Hablaban de un tal Marx ¿Quién era? ¿De qué hablaba? En ese momento, me di cuenta de que había muchísimas cosas de la vida cotidiana que ignoraba, que no tenía ni idea que existía y al poco tiempo debía votar. Me había quedado con el debate histórico de la escuela de unitarios y federales, peronistas y radicales y algún que otro inmigrante loco con ideas de anarquismo, socialismo que era como una bolsa de gatos que iba todo junto y proponían una serie de ideas locas, pero que no habían llegado a nada.

Creciendo

Mi experiencia más importante en secundario, fue descubrir que además de educar en cuanto a contenidos, la escuela (por lo menos a la que yo concurría) también me educó en valores y me ayudó a sobrellevar graves problemas familiares y personales. Creo que de no haber sido por la intervención de la escuela en un momento muy difícil para mí hoy sería muy diferente mi situación. Por lo cual, me siento muy agradecida de los docentes, preceptora y psicóloga de la escuela a la que asistí por haberme “puesto el hombro”. También recuerdo que en 5 año que debíamos realizar pasantías obligatoriamente. En la escuela, nos daban la posibilidad de realizarlas en el área de Psicología Comunitaria (que fue la que elegí), porque mi polimodal tenía una orientación de Humanidades y Cs. Sociales, que nos permitía y trabajar en un hogar de niños en situación de vulnerabilidad. Allí me choqué con una realidad muy diferente a la que vivía todos los días y fue una experiencia que me permitió descubrir otras realidades. Chicos de 9 años que cuidaban a sus hermanos, mientras los padres trabajaban o que asistían al hogar durante el día para poder comer. También en muchas oportunidades debíamos ayudarlos con sus tareas, armar actividades y juegos paraqué ellos se diviertan y logren por un momento olvidar, por lo menos por un momentos, los problemas con los llegaban. Mi paso como estudiante y además las experiencias que se han dado fuera del ámbito escolar, me han marcado como persona y determinaron mi vocación. Fue producto del paso por estos espacios, la decisión de seguir eligiendo cada día esta hermosa carrera que es la Psicología y continuar por la senda de la docencia con la aspiración (no menor) de intentar trasmitir un poco de esto a quienes sean mis alumnos.

1 comentario:

  1. muy interesante tu recorrido, me quede pensando mucho sobre la escuela ortodoxa y en como responder ante cuestionamientos tan diferentes a los nuestros ... pero ya sabes, si te portas bien por ahí puedas ser su esclava ;)

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